Otros consideraban el dinero, la fama, las carreras, las casas, los secretos o la familia como su tesoro. Pero para Zoren, su único tesoro —antes de que Penny volviera a su vida— eran los recuerdos de ella. Eran lo único bueno que le había pasado, y los atesoraba y registraba para nunca olvidarla.
Incluso había construido un parque de atracciones inspirado en sus recuerdos compartidos. Así, el mero pensamiento de alguien husmeando en su tesoro y usándolo en su contra se sentía como un pecado mortal. Sin embargo, exteriormente, Zoren parecía tan tranquilo como un lago.
—Quizás fueron las vitaminas —dijo, tumbado en la cama, con los ojos fijos en el techo—. En lugar de eso, me siento somnoliento.