—¿Al menos le diste de comer? —preguntó Zoren a la persona al otro lado de la línea.
—Señor, Renny está vigilando la casa de huéspedes —respondió el sirviente que se había quedado atrás para limpiar—. Nadie puede acercarse.
—Ah —Zoren meció ligeramente su cabeza—. Entonces deja su comida a una distancia donde te sientas seguro. Con suerte, Renny se la servirá.
El sirviente frunció la nariz, pensando que Zoren realmente debía desagradarle la mujer en la casa de huéspedes. Después de todo, sabía que Renny nunca haría eso. En el momento en que Patricia abriera la puerta de la casa de huéspedes, probablemente se convertiría en su almuerzo.
—Por ahora, déjala estar. Se lo merece. No morirá si ayuna.
—Sí, señor.
Con eso, Zoren dejó su teléfono y sonrió con suficiencia. No era que hubiera olvidado completamente a la mujer llamada Patricia, pero estaba de tan buen humor que una parte de su mente lo protegía del pensamiento. Aun así, no quería que Penny se preocupara demasiado.