—¿Peleaban? —Benjamín se preguntaba, notando que ambos llevaban expresiones sombrías, como si estuvieran listos para matar. Zoren en particular parecía profundamente trastornado—. ¿Debería entrar o no? Siento que si doy otro paso, pisaré una mina terrestre.
En el segundo que el pensamiento cruzó por su mente, Penny y Zoren giraron sus cabezas en su dirección. La intensidad de la mirada de Zoren hizo que el aliento de Benjamín se entrecortara.
—¿Qué hice? —se preguntaba Benjamín—. ¿Supo que fui yo quien le avisó a la Señora Mayor sobre esa serpiente?
El mero pensamiento de que Zoren descubriera que Benjamín había estado enviando pistas a la Señora Mayor, le aterrorizaba hasta la muerte. Benjamín sabía que si su jefe se enteraba, Zoren lo enviaría al desierto. Sabiendo todo eso, aún lo hizo porque no dejaría que Patricia engañara a Zoren por más tiempo.
Mantener un secreto de su jefe ya era demasiado para manejar. ¡Verlo ser engañado era demasiado!