—¡Jajaja! —La risa y los aplausos de Hugo resonaron en la oficina—. ¡Eso es muy gracioso! ¡No me extraña que Allen se viera tan nervioso, y todos afuera también!
El ceño fruncido de Allen se acentuó al mirar a Hugo, quien estaba doblado de la risa, agarrándose el estómago.
—Eso... no es... agradable—¡pfft! —Hugo estalló en risas de nuevo—. ¡Deberías haberle dicho a Allen! ¡Debe haberse sentido tan avergonzado! ¡Jajaja!
—Señor Hugo, me siento más avergonzado por cómo te ríes de mí —suspiró Allen. Si no fuera por la risa incontrolable de Hugo, Allen podría haberse sentido más impactado y aliviado que avergonzado. A pesar de su comentario, Hugo intentó —y falló— reprimir su risa.
Atlas sacudió la cabeza ante su segundo hermano, luego le echó una mirada a Allen. —Puede ser desvergonzado, pero espero que hayas aprendido una gran lección hoy. Como mi mano derecha, deberías conocerme mejor que nadie. No me involucro en asuntos escandalosos, ni me indulgo en placeres temporales.