—Hola, señorita... —saludó Allen, dejando la pregunta en el aire.
Penny solo sonrió sin responder a su obvia indagación.
Allen se aclaró la garganta y forzó una sonrisa. —Bueno, te llevaré a la oficina del CEO.
—Está bien, ¡gracias! —asintió ella y felizmente siguió a Allen a la oficina de su hermano.
Allen tocó con cuidado la puerta tres veces antes de abrirla, curioso por lo que sucedería una vez que estos dos amantes prohibidos se encontraran. Pero en cuanto abrió la puerta, se dio cuenta de que no quería verlo.
Penny, por otro lado, sonreía radiante para contrarrestar el humor de su hermano de la noche anterior. Sin embargo, cuando ladeó la cabeza en el momento en que Allen abría la puerta, su expresión se torció.
—Creo que no debería entrar —susurró Penny, y Allen asintió instintivamente.
—Esto va a ser malo, señorita.