No era de extrañar que la Chica del Jueves dejara una impresión tan profunda en la Vieja Sra. Pierson y el Mayordomo Hubert. No era de extrañar que la buscaran por todos los medios posibles, a pesar de los obstáculos en su camino. Solo la Chica del Jueves podía traer color al mundo en blanco y negro de Zoren, ¡y vaya que sí lo hacía!
Benjamín no sabía si celebrar o llorar. Su corazón estaba tan lleno de alegría que las lágrimas se acumulaban en las esquinas de sus ojos. Pero justo cuando se las secaba discretamente con el dedo, Zoren habló de repente.
—Benjamín.
Benjamín se aclaró la garganta y enderezó la espalda. —¿Sí, señor?
—Llama a Patricia para mí.
—¿Eh? Las lágrimas en los ojos de Benjamín se congelaron mientras todas las emociones que hinchaban su corazón se volvían de piedra. —¿Señor? ¿Qué — qué dijo?
Zoren abrió lentamente los ojos y echó un vistazo a su asistente. —Dije... llama a Patricia para mí.
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