En este momento, Penny tenía tres opciones:
Opción 1: Balancear sus pies hacia atrás y patearlo justo en sus joyas de la familia.
Opción 2: Golpearlo con su codo directamente en el estómago... Luego darle una paliza.
Opción 3: Pánico.
Entró en pánico durante los primeros cinco segundos. Sin embargo, la tercera opción rápidamente desapareció de la lista cuando Penny consideraba cuál de las otras dos este tipo —el que invadía su espacio personal— merecía más.
Mientras evaluaba sus opciones, captó un leve y familiar olor a almizcle. Mezclado con él estaba el olor estéril de medicina, como el de un hospital.
Qué rara combinación de perfumes, pensó.
—¿Eh? —Penny echó la cabeza hacia atrás para mirar a la persona, la parte superior de su cabeza rozando su pecho.
Aun desde este ángulo, lo reconoció rápidamente.
Su rostro se contrajo. «¿No es este... mi esposo?»