Hace unos minutos, en el elevador...
—Señor, ¿está bien? —preguntó el guardaespaldas, al notar que Zoren se masajeaba la parte superior de la frente.
Zoren miró a sus guardaespaldas y entrecerró los ojos.
—Sí —mantuvo su respuesta corta, enderezando la espalda—. No te preocupes por mí. Estoy bien.
El guardaespaldas bajó la cabeza y dio un paso atrás, dándole algo de espacio. Cuando llegaron a su destino, más guardaespaldas ya lo esperaban afuera.
Zoren no se detuvo por nadie, dirigiéndose directamente a la habitación donde estaba Dean. Sin embargo, a pesar de la fuerte y estoica fachada que mantenía, la visión de Zoren se volvía más borrosa con cada segundo que pasaba. Su cabeza le había dolido desde el momento en que se despertó, probablemente debido al incidente de hace no mucho tiempo.
«¿No estaré quedándome ciego, verdad?», se preguntó mientras doblaban en el pasillo.
Clavando sus ojos al frente, vio a una mujer que se pegaba a un lado para dejar pasar.