Mientras tanto, Hugo se quedó en su habitación en cuanto llegaron a casa. Desde que dejaron la estación, su mente había estado fija en la familia que encontró. No podía creer que tal injusticia pudiera ocurrir y aunque las autoridades estuvieran involucradas, no se hizo nada al respecto.
Esta fue su primera experiencia de otra cara de la realidad.
Era... enfurecedor — perturbador.
Toc toc
Hugo parpadeó y se volvió hacia la puerta, atrapando a Atlas mirando por la rendija.
—¿Estás bien? —preguntó Atlas sin siquiera dar un paso adentro.
—¿Acaso no parezco estarlo?
—Sí.
Hugo se rió entre dientes y se movió, ajustando su posición en la cama. Atlas tomó esto como una invitación para entrar al cuarto, sin atreverse a sentarse en la cama de su hermano con su ropa de calle.
Aun así...
—¿Por qué siempre te acuestas en tu cama con la ropa de calle? —Atlas no pudo evitar preguntar—. Eso es asqueroso.
—¿Viniste aquí para consolarme o para criticarme?