Al día siguiente, Nina mantuvo una fachada valiente mientras iba a la escuela. Ignoró los susurros y burlas evidentes en su camino al aula. Sin embargo, cuando llegó a su clase, su escritorio estaba lleno de comentarios desagradables escritos por todas partes.
Al mirarlo, intentó calmar su corazón y miró alrededor. Lo único que vio fueron las miradas burlonas y las risitas de sus compañeros de clase.
—¿Creen que esto es gracioso? —se mofó, solo para recibir todo tipo de comentarios absurdos a cambio.
—¿Nos vas a culpar de nuevo?
—Por Dios. Esta chica es realmente ridícula.
—¿No tiene vergüenza? Después de haber tenido una pelea de gatas ayer, viene aquí y señala a los demás.
—Nina, ¿crees que somos los únicos que te odiamos?
—Comparada con Patricia, esta chica no es nada. Actúa toda altiva y poderosa, pero no es más que una chica afortunada que tuvo la suerte de ser intercambiada de bebé.