La mañana siguiente, toda la familia despidió a Nina con una mirada sombría. No se dijo mucho, pero el estado de ánimo de todos fue suficiente para llenar la casa de silencio. A pesar de este innegable silencio en la casa, Slater insistió en estudiar con Penny y con Atlas uniéndose a ellos en la biblioteca. Mientras tanto, Hugo se ofreció voluntario para cuidar de sus mascotas y las sacó al jardín.
En cuanto a Nina...
Cuando el coche se detuvo en una pequeña calle frente a un diminuto portón, la cara de Nina se arrugó en desdicha.
—¿Esta es la casa donde se supone que debo vivir? —El resentimiento llenó su corazón al ver la casa antes de que la puerta fuera abierta desde fuera.
—Srta. Nina —el conductor sonrió mientras le ofrecía su mano.