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Los fuegos artificiales fuera de la ventana estallaron en flor, esparciendo luz que iluminaba sus pintorescas facciones.
Los ojos ligeramente curvados como flores de durazno parecían contener toda la galaxia, profundos y cautivadores.
—...Lo siento. —Ying Zijin lo observó durante un rato antes de que lentamente sacara un pañuelo de su bolsillo con retraso y se lo entregara.
Fu Yunshen no lo aceptó.
—Está bien —se inclinó y, al igual que la última vez, acarició suavemente la cabeza de la chica, sus movimientos ligeros, como si estuviera acariciando a un gatito, sus labios curvados en una sonrisa—. A tu hermano mayor no le importa.
La pequeña seguía siendo muy bien portada.
Pero Ying Zijin estaba absorta en sus pensamientos, reflexionando.
No fue hasta que una mano delgada se agitó frente a ella y luego tocó ligeramente su frente que ella salió de sus pensamientos.
Desde arriba de ella, cayó una risita.
—¿En qué estás pensando?