Los hermanos Ruo habían practicado artes marciales desde pequeños, y antes de que la mano de Jia Shijie pudiera siquiera tocar a Ruo Shui, él la había esquivado. Ruo Shui le dirigió a Jia Shijie una mirada fría, y él retiró su mano avergonzado. Aunque Jia Shijie no se atrevía a tocar a Ruo Shui, si no podía quedarse en la Residencia de la Princesa esa noche, se quedaría sin hogar en las calles. Avanzando, bloqueó el camino de Ruo Shui y dijo afectuosamente:
—Cuñado, casi me olvido, ¡hermana también me envió con un mensaje! Déjame entrar y pasar unas palabras a hermana Wenyu.
Ruo Shui no se conmovió:
—Maestro Jia, cualquier cosa que tenga que decirme será suficiente, ya que hermana le ha confiado un mensaje, seguramente no puede ser un secreto. Si usted puede escucharlo, yo, como su esposo, tengo aún más derecho de oírlo. Hoy tenemos invitados de honor en casa, y realmente no es conveniente atender visitas.
