El cielo nocturno del norte ya centelleaba con estrellas frías.
A medida que la noche se profundizaba, el rocío se hacía más pesado.
La Abuela Lei, preocupada por que los niños en casa pudieran resfriarse y enfermarse, hizo un gesto con la mano despectivamente —Bueno, ya es suficiente por hoy. Está oscuro, vamos a casa.
La familia entonces detuvo su trabajo uno tras otro.
La Abuela Lei ayudó a Ruo He a volver a cruzar los linderos del campo.
Con la llegada de la oscuridad, Ruo He notó que su visión se volvía más borrosa, aunque esta noche, a esta hora, parecía que podía ver un poco más claro que de costumbre.
Todos movieron los fardos de Hierba Geng que habían cortado a los bordes del campo.
Solo habían cortado la Hierba Geng pero aún no habían despojado la Zizania. Planeaban transportarlo todo a casa antes de despojarla, ya que las hojas también se podían secar y usar como combustible.