—¿Ese vestido todavía te roza la piel cuando lo llevas puesto? —levantó la vista de su libro Xuanyuan Que, mirándola antes de hacer la pregunta fuera de tema.
—No, es muy suave y cómodo —levantó su manga Ruo Xuan para revelar una sección de su regordete bracito.
La ropa era muy hada y la tela suave. Ruo Xuan frotó sus brazos casualmente, finalmente libre de la sensación de tela áspera rozándole la piel.
Sus regordetes bracitos ya no mostraban manchas rojas.
Xuanyuan Que silenciosamente desvió la mirada, con la intención de hablar con ella sobre la propiedad de las interacciones entre hombres y mujeres.
—¡Xuanbao se ve tan hermosa con esas ropas! Como una pequeña hada —justo en ese momento, entró la anciana de la casa de Xuanyuan con sus tres hermanos, todos sonrientes, al ver el atuendo de Ruo Xuan, se iluminaron sus ojos.
Xuanyuan Que estaba a punto de recordarle a Ruo Xuan que no dijera que él fue quien se lo dio.
—El Hermano Xuanyuan me lo dio —dijo alegremente Ruo Xuan.