Aston notó la silenciosa frustración de Kisha y la presión que estaba soportando. Aunque entendía algunos de los desafíos a los que se enfrentaban, no tenía tanto conocimiento como Kisha y no podía identificar la fuente exacta de su frustración. Tenía confianza en la capacidad de Kisha para encontrar soluciones, pero también pensaba que una sesión de lluvia de ideas podría ser valiosa. Kisha no debería soportar todas las cargas sola; si lo hacía, su equipo podría sentirse como una carga o volverse demasiado dependiente de ella, lo que solo aumentaría su estrés.
Aston sabía esto, por lo que intentaba hacer todo lo que podía y organizar lo que fuera posible. Sin embargo, su creencia en las capacidades de Kisha se había arraigado profundamente después de presenciar su proeza. Para él, ella ya era un regalo del cielo.