Con prisa, Duke se dirigió al cajón en su estudio donde guardaban las llaves de reserva. Rápidamente recuperó la llave del cuarto de Kisha y volvió corriendo a su puerta con una urgencia como la de un corredor en un maratón, su corazón latiendo preocupado.
Cuando regresó, el sonido del sollozo apagado de Kisha seguía en el aire. Sin dudarlo, Duke desbloqueó la puerta y se dirigió a su lado. Allí, la abrazó con tal intensidad, como si quisiera fundirla en su propio ser, para asumir su sufrimiento como propio, todo en un esfuerzo por aliviar su angustia y ofrecerle consuelo.
Sintiéndose angustiado al verla en tal estado, Duke la abrazó fuertemente, deseando poder soportar él mismo su dolor. Se hundieron juntos en la cama, él acunándola en sus brazos, acariciándole la espalda de forma rítmica, ofreciéndole el consuelo que podía.