Al ver el camión de Gorrión avanzando a toda velocidad, el pánico se propagó entre los guardias. Se apresuraron a contactar al guardián de la puerta, ordenando urgentemente que se abrieran las puertas.
Mientras tanto, alguien en lo alto del muro agitaba frenéticamente las manos, tratando desesperadamente de llamar la atención de Gorrión para que redujera la velocidad.
Solo cuando Gorrión notó a los soldados en el muro señalizándole que redujera la velocidad, su corazón atemorizado comenzó a calmarse. Rápidamente tomó la radio y contactó a los otros camiones, transmitiendo el mensaje.
—Desacelera, los soldados están abriendo la puerta para nosotros —dijo Gorrión, con la voz ronca y tensa. La preocupación en su tono era inconfundible, pero también había un sentido de alivio.
Ver a alguien vivo dentro de la base había aliviado sus miedos, y el resto de los conductores, igualmente ansiosos, siguieron en silencio, reduciendo la velocidad y siguiendo detrás del camión de Gorrión.