Mientras Gorrión saltaba, la presión y el agarre apretado de los cinco que se aferraban a él lo hacían sentir intensamente incómodo. Apenas podía moverse; sus brazos estaban apretados, su cuello estrangulado y su torso comprimido bajo el peso combinado de todos.
Estaba atónito por la fuerza que estos hombres podían reunir cuando estaban aterrorizados; sentía como si estuviera acabado. Apenas podía respirar, con la persona aferrada a su espalda sujetándole el cuello como una anaconda. Cada respiración era una lucha mientras sus pulmones eran exprimidos de aire.
Estaba tan abrumado por los cinco aferrados a él que ni siquiera pudo maldecir. Al alcanzar el límite de su paciencia, aumentó su velocidad, saltando desde zonas elevadas y planeando hacia abajo con su habilidad del viento.