—No necesitas culparte, Campana. Habría ocurrido de todas formas, y aun con una advertencia, habría sentido el dolor. Lo que importa es el valor de la información que proporcionaste. Lo aprecio mucho y quiero agradecerte por eso —tranquilizó Kisha a Campana, tratando de aliviar su auto-reproche.
Kisha luego dirigió su atención a Duke, quien la miraba con los labios apretados, claramente luchando con la decisión de dejarla regresar o no. —¿Puedes explicar qué causó el dolor repentino que experimentaste? —preguntó Duke, su voz suave y persuasiva. Bajó el tono casi a un susurro, el calor y la sutil vibración en su voz, proveniente de su manzana de Adán, añadieron un toque de masculinidad que hacía que su preocupación pareciera aún más íntima.