Afirmar que no tenía la intención de embarazarla sería deshonesto. En el fondo, sabía que era su verdadero deseo, por eso tomó todas las medidas para asegurarse de que cada gota de su semilla permaneciera dentro de ella.
Sin embargo, también reconocía que ahora no era el momento ideal para concebir. Era muy consciente de los peligros que se avecinaban y la falta de un entorno seguro para su esposa y futuros hijos. Al reflexionar sobre esto, se dio cuenta de que sus acciones estaban más impulsadas por sus deseos que por el pensamiento racional, lo que lo llevó a actuar de manera impulsiva y repetidamente con la mujer que amaba.