—¡Que te jodan, Duke! —Alex gritó mientras lo empujaban a la sucia celda, abrumado por el horrible olor que le provocaba mareos y náuseas. Nunca había estado en el calabozo él mismo, siempre enviaba a alguien más para hacer su trabajo sucio y llevar a alguien allí abajo para satisfacer sus deseos.
—¡Sácame de aquí mientras todavía estoy siendo amable! —Alex gritó con urgencia, su cara palideciendo mientras trataba de contener el vómito e intentaba verse intimidante.
Duke ignoró las amenazas vacías de Alex y se volvió hacia Águila Calva. —Encuéntrame una cámara de tortura adecuada cerca en el calabozo. Asegúrate de que todos puedan oír lo que les está sucediendo a cada uno de ellos —ordenó. Duke miró a los hombres en las celdas, que habían palidecido visiblemente y ahora mostraban miedo. Sabían que Duke hablaba en serio, y que lo que les esperaba no era nada menos que un infierno.