—¿Está el Joven Maestro en el patio trasero? —preguntó Kisha con timidez, su voz temblando con un atisbo de miedo. Ninguno de los escoltas respondió, rodeándola por todos lados como si temieran que intentara escapar.
Y poco después, llevaron a Kisha a un gran cobertizo en ruinas. Parecía modesto y simple, nada sospechoso. Incluso sus Abejas Escarlatas no habían descubierto la entrada como describía el traidor, lo que le había impedido actuar hasta ahora. Ahora, sin embargo, estaban invitando al lobo a su propia casa, así que no pueden culparla por ello. Ocultó la sonrisa que se dibujaba en sus labios mientras bajaba la cabeza.