Kisha suspiró derrotada pero se mantuvo firme, sin ceder a la exigencia de Duke porque estaba preocupada por su hombro y muslo heridos. —No, duerme solo. Podemos dormir juntos cuando estés bien de nuevo —explicó.
Duke entonces sonrió con malicia. —Lo has dicho. Sin retractarse...
Kisha se sintió ahogada por su declaración y por la persistencia infantil de Duke en aprovechar cualquier oportunidad. No sabía si reír o llorar al ver cómo, a pesar de sus heridas, aún tenía tiempo para pensar en esas cosas. Este lado de él era tan diferente del Duke que creía conocer.
—Parece que te encuentras bien y no necesitas mi preocupación —dijo Kisha, fingiendo estar enojada y dándose la vuelta. La sonrisa traviesa de Duke se transformó en una sonrisa desconcertada. Al darse cuenta de que podría haber presionado demasiado su suerte, se acostó obediente, sabiendo que si realmente la enfadaba, Kisha podría ignorarlo, y él no quería arriesgarse a cuánto tiempo estaría su esposa enojada con él.