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Aunque Kisha nunca le contó a Duke todo lo que hacía entre bastidores para proteger sus intereses, Duke era muy consciente de su silenciosa custodia y su manera única de cuidarlo. Sentía una profunda felicidad y atesoraba la oportunidad de disfrutar de este tipo de protección de parte de la mujer a quien ahora llamaba su esposa. A pesar de nunca haber creído en deidades o dioses, se encontraba agradecido por la oportunidad de conocer a Kisha en esta vida y compartir tiempo juntos. Incluso en medio del sombrío futuro traído por el apocalipsis, sentía que esos momentos eran los más plenos y felices de su otrora monótona vida.