La conmoción atrajo la atención del soldado estacionado justo fuera de la carpa, cuya responsabilidad principal era garantizar la seguridad tanto de los sobrevivientes sometidos a inspección como de los médicos que la llevaban a cabo. Aunque se encontraban fuera de la entrada y salida, no pudieron evitar escuchar lo que sucedía dentro. Sus manos temblaban involuntariamente al oír la sugerencia de Kisha.
Se encontraban divididos entre el alivio de que la sugerencia de Kisha tuviera sentido y el miedo a las implicaciones. Al igual que los médicos, simplemente hacían lo que creían que era mejor. Aunque eran médicos y no expertos en investigación viral o epidemias, su mayor conocimiento en comparación con el público general significaba que sus palabras todavía tenían peso y eran consideradas creíbles.