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Pasaban las tres de la noche y todo alrededor de la antigua mansión Zhang era silencio. Casi todos dormían, excepto por los ancianos Zhang. La Abuela Zhang no podía dormir, se la pasaba suspirando, dando vueltas en la cama toda la noche, lo que a su vez mantenía despierto al abuelo Zhang.
Cuando ya no lo soportó más, la ayudó a sentarse para que pudieran hablarlo.
—Mi esposa, ¿qué te pasa? ¿Qué es lo que te mantiene despierta? —levantó su mano izquierda y la colocó suavemente contra su mejilla.
Detestaba verla así, tan perturbada y preocupada que se le había privado del sueño. Después de lo que él podría considerar un gran día, no sabía qué pensar sobre su estado de ánimo.
La Abuela Zhang suspiró, expresando en voz alta la insatisfacción en su corazón.
—Es esa NaNa —dijo—. La sorprendí quejándose a Xian sobre todas las responsabilidades que le he dado. Se comparaba con Yura, diciendo que no le habríamos dado tales tareas.