—Hmm, nada. Tal y como sospechaba, la familia Zuo no es la principal saqueadora de tu suerte —concluyó JI Xingzhi.
Se acercó a la lápida del viejo Maestro Zuo y se agachó.
—¿Qué estás haciendo? —Si Fuqing giró la cabeza.
—¿Estás bromeando? Ese viejo malvado casi te mata otra vez, Hermano Mayor. ¡Incluso no perdonó tu cadáver! —JI Xingzhi tarareó—. Incluso he volado el salón ancestral de la familia Fujisan; una pequeña familia Zuo no es nada. Merece una lección.
—Que sufra en el reino de Yin y Yang. ¿Cree que puede descansar en paz después de la muerte? —Mordió su dedo y rápidamente dibujó talismanes en el suelo.
—Oh, una maldad tan perversa es de hecho algo que solo tú podrías hacer —Si Fuqing reflexionó.
Ella no sabía cómo dibujar tales formaciones no agresivas.
—¿Me estás elogiando o burlándote de mí? —JI Xingzhi se atragantó.