—El tono de la voz no era ni alto ni bajo, desprovisto de cualquier fluctuación emocional, pero llevaba una fuerza opresiva.
—El joven sintió que todos los pelos de su cuerpo se erizaban, la sensación de escalofrío en su garganta cada vez más pronunciada.
—No podía girar la cabeza, pero podía ver desde el rabillo del ojo.
—Era solo el mango de un abanico.
—¿Pero cómo podía un simple abanico detenerlo así?
—Lo más alarmante era que ¡no había escuchado ningún sonido de respiración!
—¿Un robot, tal vez?
—Los ojos y las cejas de Yu Xiheng mostraban una expresión de insensibilidad.
—Su mano todavía sostenía el mango del abanico en un agarre invertido, dedos largos y puntas pálidas.
—De repente, su muñeca giró, el mango se desplazó hacia abajo y tocó el hombro del joven con una velocidad casi imperceptible para el ojo desnudo.
—El joven se quedó aterrorizado en silencio, su cuerpo rígido, su mente dejó de funcionar.
—Se dio cuenta de que estaba completamente inmovilizado.
