—Mamá, ¿qué quieres decir con esto? —Pei Mengzhi estaba furioso—. Romper algo que me dio mi amiga, está bien. ¿Y ahora que la están calumniando así, todavía no me dejas salir a aclararlo? ¿Y de dónde saco una prometida?
—¿Qué hay que explicar? —El rostro de la señora Pei era una palidez de desagrado, manteniéndose fríamente indiferente—. Esa Si Fuqing no trae más que mala suerte. De lo contrario, ¿por qué la compañía de tu padre tendría problemas justo después de que ella pronunciara esas palabras?
—¿No te dije que ella es extraordinaria? ¡Puede ver cosas que otros no pueden! —Pei Mengzhi también estaba enojado—. Mamá, todas estas ocurrencias extrañas en nuestra casa, ¿realmente no crees que hay un problema?
—¿Es una maestra? ¿Una maestra de dieciocho años? —La señora Pei casi se ríe—. Te lo he dicho, si estás buscando un maestro, encuentra uno de buena reputación. Podemos visitar el Templo Liushan otro día, donde el Maestro Miaoguang es mucho mejor que sus disparates.
