—Señor Liu, la señora Chen ya le ha enviado a la persona —dijo el asistente especial respetuosamente, manteniéndose al margen—. Ya está en su habitación.
—La familia Chen solo es buena para tareas como esta —reflexionó el señor Liu, con las manos detrás de la espalda—. Está bien, subiré a echar un vistazo.
El asistente especial asintió, presionó su auricular e hizo señales a los guardias de seguridad circundantes para que permanecieran en máxima alerta. También activó el sistema de alarma.
El señor Liu subió al segundo piso y empujó la puerta del dormitorio.
Yu Tang tenía las manos atadas detrás de la espalda y un paño había sido metido en su boca.
Al oír abrirse la puerta, su cuerpo tembló. Levantó la cabeza bruscamente para ver quién había entrado.
La vista casi le provocó arcadas.
Había estado vendada y atada durante todo el trayecto, sin saber qué estaba pasando exactamente.
