El escenario estaba envuelto en oscuridad, salvo por ese único haz de luz.
Mientras la plataforma se elevaba hasta el centro, el rostro del joven se reveló completamente ante el público.
Era Xie Yu.
La luz danzaba a su alrededor, pero no podía rivalizar con el atractivo cautivador de su rostro.
Lo que dejó a todos aún más estupefactos fue el radiante disfraz que llevaba puesto.
Parecía como si la luz de la luna hubiera caído del cielo, descendiendo graciosamente sobre él.
«...»
De repente, toda la arena quedó envuelta en silencio, dejando solo la suave música para llenar el vacío.
Lu Yan se quedó paralizado, sus ojos se levantaron incrédulos.
Sus dedos temblaban, su mente zumbaba y sentía como si su sangre hubiera dejado de fluir.
—¿Qué está pasando? —preguntó.
—¿No había perdido Xie Yu su disfraz? —cuestionó.
—¿Cómo puede estar aquí? —se interrogó a sí mismo.
Lu Yan se sentía como un tonto de pie al lado de Xie Yu, con el rostro enrojecido por la vergüenza absoluta.