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Su tono no era alto, pero llevaba una autoridad inherente que irradiaba una sensación de poder.
En ese momento, una ola de tensión y energía opresiva se extendió sobre todos, haciendo que incluso el corazón de Feng San temblara.
Luchando por sobrellevar el abrumador aura que emanaba de Yu Xiheng, Feng San agarró el volante con fuerza, sus nudillos tornándose blancos y perlas de sudor frío formándose en su frente —Hermano Nueve...
—Nunca dije que lo dejaríamos pasar tampoco —Si Fuqing se recostó en su asiento, aparentando estar bastante relajada—. Sansan, déjame decirte, uno nunca debería pagar la bondad con malicia.
—Pero si alguien sigue pisoteándote, una y otra vez, y tú solo tragas tu enojo, pensarán que eres fácil de intimidar. ¿Alguna vez has escuchado el dicho, 'la gente intimida al amable y los caballos dóciles son montados'?
Feng San:...
Se sintió agraviado.