Lin Yuan presionó su mano contra su frente; las ambiciones de esta chica eran verdaderamente grandiosas.
Meng Chunyan musitó —idiota —entre dientes, mientras que Jin Lingling rápidamente tiró de su manga preocupada de que Ma Xiaonan pudiera haber escuchado, susurrándole algo al oído.
Meng Chunyan frunció el labio —Es solo un documento del Señor Magistrado. ¿No sigue siendo tu tía la Señora Magistrada del Condado? ¿Por qué sigues adulándola?
Jin Lingling forzó una risa seca, maldiciendo en su mente que Meng Chunyan era una cabezadura. La Señora Magistrada del Condado no era su tía, sino la de Jin Yuyu. Su padre y la Señora Jin eran los que habían nacido de los mismos padres.
Aparte de los dos que, al notar la mala tez de Jin Lingling, no compraron pasteles, los demás compraron algunos en diversos grados, con Ma Xiaonan comprando naturalmente la mayoría.
