Sus dos hijos habían estado asistiendo a la escuela en el pueblo durante varios años, y Lin Jiazhong también estaba en el pueblo. Si la proximidad era el problema, ¿no estaba él, como su padre, más cerca que ella en el campo? Si incluso él no se preocupaba, ¿cómo podría ella arreglárselas?
Ella quería tanto decir estas palabras y desahogarse, pero por el bien de su hijo, se contuvo, sólo acariciando tiernamente a su hijo:
—¿Cómo estás? ¿Te duele la pierna? ¿Todavía puedes caminar?
Lin Yongcheng frotó la parte trasera del muslo que seguramente estaría amoratada, apartó la mano de la Señora Ma y dijo con desprecio:
—¡No me toques! ¿No podrías haberte echado toda la culpa a ti misma justo ahora? Mira lo que ha pasado, ya no puedo ir a la escuela, ¿estás feliz ahora? ¡Hmph!
La Señora Ma se quedó sorprendida; claramente acababa de asumir la culpa, y sin embargo, Lin Yuan y Xia Zheng, esos dos, eran demasiado perspicaces, y no había funcionado.
Mi hijo, ¿por qué me culpa ahora?
