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—Pensando en pasar por Fragancia de Flor de Arroz, Lin Yuan no se demoró, dio unas pocas instrucciones a Lan Hua, y luego se dirigió hacia el salón principal.
Al pasar por el almacén de al lado, vio a los niños que Xiao Linzi había reunido moliendo leche de soya. A primera vista, Lin Yuan apenas los reconoció; no había pasado tanto tiempo desde la última vez que los vio pero parecían transformados —cada uno limpio y vivaz, muy lejos de los mendigos andrajosos que solían ser.
Estos niños eran mucho más confiables que las mujeres en la cocina vecina. Lin Yuan se quedó en la puerta un rato, y ellos ni siquiera notaron su presencia. Continuaron con sus tareas y, aunque un par de ellos hacían comentarios ocurrentes de vez en cuando, no chismorreaban sobre los demás como un altavoz, ni decían vulgaridades.
Lin Yuan observaba a los niños con una sonrisa y se sentía genuinamente complacida; esta era la armonía y diligencia que verdaderamente disfrutaba ver.
