La luz de la luna, como el agua, derramaba su tenue y claro resplandor sobre las azules tejas ligeramente levantadas y los aleros bermellón, iluminando el suelo de la elegante cámara interior a través de la ventana abierta, bañando todo lo que tocaba en una luz fría. La brisa nocturna soplaba suavemente en olas, trayendo consigo la refrescante fragancia de la tierra.
Apoyada en el brazo de Long Xuanmo, escuchando el sonido de su corazón, sintiendo su cálido aliento, Yang Mengchen dudó un momento antes de decir lentamente:
—Wende, hay algo que te he estado ocultando—. Ella sabía que Wende siempre había albergado dudas, pero solo fue por su profundo amor y preocupación por ella que se había abstenido de preguntar.
La mano de Long Xuanmo sobre el cabello de su amada se detuvo ligeramente, una sombra fugaz de oscuridad cruzaba por sus ojos antes de volver a la calma:
