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—¡Habla! ¿Quién te envió? —Jiang Sanlang patea al hombre con fiereza.
El hombre mira a su alrededor, su corazón se hunde, pero grita con confianza:
—¿Sabes quién soy? ¡Déjame ir! O tu familia Jiang pagará.
La cara de Jiang Sanlang se tensa con amenaza mientras exige una vez más:
—Te preguntaré una vez más, ¿quién te envió aquí? ¿Qué haces en mi casa?
El hombre resopla con desprecio:
—A quién crees que... Ve y pregúntale a tu abuelo...
Antes de que pueda terminar, un puñal se clava en su muslo.
—Ahhhhh... —El hombre grita, su cuerpo retorciéndose de dolor.
La voz de Jiang Sanlang es escalofriante:
—Esta es la última vez que te pregunto, si no me dices la verdad, ¡te enviaré al más allá!
Finalmente, el hombre cede, suplicando piedad:
—¡Hablaré, hablaré! No me mates... Fue, fue Chen Guanglu quien nos ordenó secuestrar a alguien. Dijo que tomáramos a tu niño demonio como sacrificio a los cielos.
Jiang Sanlang reprime su rabia y pregunta: