Después de conocer a Haylia, dirigieron su atención a las niñas pequeñas en los brazos de Lotus y Lana. Ambas mujeres sonreían con elación al ver regresar a Siroos y Cassandra.
El corazón de Cassandra se derritió completamente al ver las pequeñas cabecitas, una con cabello negro medianoche y la otra con dorado claro. Las pequeñas patas parecían sobresalir de las mantas de lana en las que habían sido envueltas.
—Ven a ver a estas muñecas de la felicidad —Lotus los acercó. Aunque las niñas eran gemelas, tenían rasgos diferentes.
Cassandra corrió a abrazar a una Lana muy cansada pero encantada, mientras Siroos aceptaba a una de las bebés de Lotus.
—Tan orgullosa de ti, chica. ¿Cómo estás? —Cassandra frotó la espalda de Lana, llenando su corazón de alegría.
—Felicitaciones, Lana —ofreció Siroos mientras acunaba suavemente el pequeño bulto en sus brazos.