Cassandra, quien había dormido bastante más que Siroos, se dio cuenta de que él estaba en un estado de sueño. Ella frunció los labios entendiendo y agarró su cara.
—¡Eh! ¿Me miras? —Dejó que su calor se filtrara en él, despertando lentamente su mente inducida por el sueño. La realización le golpeó lentamente de que no estaba en un sueño compartido con Cassandra sino que había despertado.
—¡Oh! —Siroos presionó su frente contra la de ella y su risita baja resonó. Ella esperó pacientemente, dejándole tomarse su tiempo. Una vez que él estuvo completamente despierto, decidieron saltar del árbol.
Siroos la mantuvo segura en sus brazos y saltó. Aterrizó suavemente y dejó que Cassandra se pusiera de pie, estabilizándola.
—¿Estás bien? —preguntó Cassandra, colocando su mano en la espalda de él.
—Sí, solo necesito lavarme la cara —le informó, aún frotándose los ojos.
—Tenemos agua caliente, sopa y pan. Ven rápido —Faris los llamó mientras agitaba frenéticamente su mano.