El corazón de Siroos estaba especialmente turbulento. No podía encontrar un ápice de consuelo mientras se revolvía inquieto en la pequeña cama en la que yacía. La cama era demasiado pequeña para él, sus pies colgaban fuera. Pero eso era lo de menos.
Todos sus pensamientos estaban centrados en Cassandra. Estaban a cientos de millas de distancia y, sin embargo, podía sentir que ella estaba sufriendo. La idea de que alguien la estuviera torturando o pusiera sus manos sobre su compañera lo destrozaba de maneras que ni siquiera podía explicar. Apretaba el colgante de Cassandra en su mano y presionaba.
—Te encontraré, Malakti. —Envió una promesa silenciosa.
Cuanto más tiempo pasaba, más parecía perder la cordura.
Razial había arreglado para que se quedaran con sus amigos de confianza. Poseían una cabaña en el campo y ambos hermanos se habían instalado allí mientras intentaban encontrar pistas y planificar su siguiente acción.