Su cabeza se inclinó mientras se aferraba al pezón rosado de ella. Sus colmillos sobresalían y mordió ferozmente. La sangre de ella inundó su sistema, vigorizándolo.
—¡Nooo, suéltame... para! —Cassandra gritó impotente, el dolor hacía que su cuerpo se retorciera.
Kanyón finalmente se detuvo y se erguió, manteniéndola en esa posición.
—Eres tan exquisita, desearía drenarte hasta la última gota, pero ¿dónde estaría la diversión en eso? Vamos a vestirte. Nos estamos retrasando —dijo él.
Kanyón liberó sus brazos de su maraña de hilos y la enderezó. Cassandra se cubrió los pechos con las manos e intentó no derrumbarse por la humillación que él le había causado.
—Algún día te arrepentirás de haber puesto tus manos y boca sobre mí. Siempre muestro misericordia, pero para ti no tendré ninguna —advirtió con voz tranquila. No había lágrimas en sus ojos incluso cuando estaba física y emocionalmente magullada de la peor manera posible.