Faris fue quien vino a buscar a Cassandra por la tarde para su primera sesión de entrenamiento con su hermano. La sesión de hacer canastas fue interesante, y ella aprendió bastante, no solo de su suegra, sino también de otras mujeres, que estaban ansiosas por enseñarle.
Ahora se dirigían hacia la arena de entrenamiento con las manos de Faris detrás de su espalda mientras caminaba casualmente a su lado, silbando alguna melodía.
—Supongo que te rescaté de morir de aburrimiento. Las sesiones de entrenamiento son donde realmente será divertido —dijo él con arrogancia, mirando adelante con una sonrisa astuta.
Cassandra soltó una pequeña risa entendiendo cuán diferente era la definición de diversión para hombres y mujeres.
—Me gustó bastante. Había mucha habilidad involucrada —contradijo Cassandra, caminando con cuidado para no llenar sus zapatos de arena.