En un parpadeo, la apariencia de Haylia cambió de nuevo, volviendo a su estado normal; colocando su mano en el pecho, respiró pesadamente. Su corazón latía a un ritmo anormal.
—¿Qué ocurrió? ¿Estás bien, Vera Haylia? —preguntó rápidamente Cassandra, al recordar lo que Siroos le había dicho antes, que su madre a veces revelaba profecías y recibía intervenciones divinas.
—Sí, alguien habló a través de mí, pero no estoy segura de quién. Creo que fue dirigido hacia ti.
Haylia respondió con el pecho agitado mientras Cassandra se acercaba a ella y la ayudaba a sentarse en el taburete en el que estaba sentada anteriormente.
Se preguntaba quién podría ser. ¿Era un dios o una diosa intentando enviarle algún mensaje? Estaba intrigada y curiosa, pero se contuvo.
Alejándose, Cassandra fue a buscar agua del cántaro y le entregó la pequeña olla de barro a Haylia. La mujer mayor estaba sin aliento.
—¡Gracias! —Tomó pequeños sorbos delicados y dejó que el agua fresca la calmara.