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Para cuando Siroos terminó con ella, Cassandra estaba inundada en los orgasmos que la habían alcanzado en torrents. Incapaz de hacer otra cosa más que sentir su lengua y boca ordeñando y bebiendo hasta la última de sus gotas lechosas.
Su ardiente núcleo parecía haberse enfriado hasta un muy leve golpeteo, dejándola delirante y agotada. Su cuerpo se quedó lánguido mientras cada onza de energía se escapaba de ella.
Siroos solo se detuvo cuando Cassandra le rogó hacerlo, sin tener más capacidad para alimentarlo con su esencia.
Finalmente levantó su rostro, sus gruesos labios relucientes con sus jugos que los bañaban. Los ojos necesitados de color de miel brillante la miraban hacia arriba con tanta codicia.
Su pene estaba tan dolorosamente tenso contra el taparrabo que deseaba arrancárselo y montar dentro de ella. Profundo en esos pliegues húmedos que se habían apretado contra su lengua.