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Cassandra tenía la barbilla apoyada en su rodilla. Quería hablar con Lotus y decidió preguntarle a Lana si podía enviar una carta. Finalmente respondería a su hermana y eso ciertamente aliviaría algunas de sus cargas.
Todavía estaba aturdida, reflexionando sobre cómo había resultado ser su vida.
Un compromiso sin amor, sin hijos, donde lo más probable es que muriera virgen. Sin nadie que la amara.
Se preguntaba por qué la habían emparejado con Siroos y por qué su manada estaba maldita. Los sueños resurgieron en su cerebro y de repente encajaron. Su corazón se apretó dolorosamente.
Esos no eran sueños, lo más probable es que fueran recuerdos. Recuerdos de otra vida que había tenido con Siroos.
Parecían felices en ellos, siempre sonriendo, él besándola, acostados en vastos prados, anidados entre las flores y mariposas. Con conejitos blancos como la nieve saltando alrededor.
¡Espera!