—Recuerda, ¿te conté sobre la maldición en mi manada? —preguntó suavemente.
—¡Sí! —Cassandra intentaba no ahogarse en este momento.
—Esa maldición no se limita a mí. Se extiende también a mi compañera. Por eso, nunca deseé encontrarla, encontrarte —dijo, guardando el dolor que le oprimía el corazón.
—Y sin embargo, lo hiciste. ¿Por qué? —Cassandra preguntó, sin apartar su mirada de él.
—Porque el bienestar de mi Manada dependía de encontrarte. Tú debes traer fertilidad y amor a la manada. Los dos elementos clave que faltan. Y yo debía tomar este juramento de no aparearme contigo ni producir un heredero —Siroos intentó explicar la amarga verdad.
—No tiene ningún sentido. Solo soy una chica que ni siquiera posee magia. ¿Qué tengo que ver yo con todo esto? —Cassandra sacudió su cabeza en perplejidad. Esto tenía que ser un error.
¿Por qué estaba siendo castigada al ser emparejada de esa manera?
¿Por qué tenía que ser parte de una maldición?