Una ráfaga de viento los envolvió a ambos, susurrando sobre la ruptura de la maldición que los había afligido a ellos y a su manada. Había terminado, habían viajado exitosamente a esta extraña parte de su mundo y levantado la maldición.
Sus ojos embotados mientras el viento llevaba imágenes de cómo habían sufrido, cómo los miembros de su manada habían sufrido, cómo se habían endurecido los corazones de las personas a su alrededor.
Cassandra comprendía ahora por qué Tholarian y Estefanía la trataban de la manera en que lo hacían. Su insensibilidad hacia ella tenía sentido para ella. Todo era obra de su verdadero padre.
Siroos lo estaba pasando peor. Se sentó tan quieto, enrollado en sí mismo, perdido y vulnerable mientras volvía a él recuerdo tras recuerdo de lo que le habían hecho soportar.
De lo que ella fue forzada a batallar y presenciar. Destrozó su corazón.