Cassandra estaba en sus brazos gruesos, exultante en ese momento. Al colocar su mano en su pecho, sintió la oleada de poder fluyendo ahora por sus venas.
—¿Debo inclinarme ante el dios de las bestias? —bromeó Lotus a su cuñado con una ceja izquierda levantada. Una sonrisa juguetona se dibujaba en sus labios.
—Si te apetece, cuñada —sonrió él con suficiencia, acariciando el cabello de Cassandra. Se habían suavizado tras su transformación, y la salvajía en ellos había disminuido.
—¡Felicidades! Incluso los dioses lo pensarán dos veces antes de buscarte pelea —ofreció Razial, avanzando un paso.
—Bueno, hay un dios en particular al que me gustaría desafiar —la intensidad del oro en sus ojos y venas aumentó al recordar a Kalthian.
—Dale duro, hermano —se tensó Faris a su lado, comprendiendo a quién se refería su hermano. Aiko observó el rostro endurecido de su compañero y al instante tomó su mano entre las suyas, calmando su ánimo con su toque.
—Lo haré.