—¡Siroos, por qué? —Su garganta se había contraído tanto que su voz apenas salía. Ella se preguntaba cómo él era tan ajeno que ni siquiera estaba consciente de su presencia.
¿Acaso no podía escuchar sus llantos?
¿Acaso no podía sentir su dolor a través del vínculo?
¿Dónde estaban todos sus espíritus animales?
¿Cómo podían dejar que se apareara con otra hembra?
Sabía que debería cerrar sus ojos para salvar alguna parte de su cordura, pero Cassandra observaba tercamente.
Presenciando cómo él rompía sus promesas hacia ella.
Cada palabra que había dicho era una mentira.
Condenar a Kela había sido todo un acto.
Y luego Kela giró su cabeza y le dio a Cassandra la sonrisa más perversa, que contenía su burla y triunfo.
Cassandra perdió toda su contención. Levantándose, se precipitó hacia adelante y se lanzó sobre la mujer que se mofaba de ella con sus ojos y su sonrisa.
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